Fue una primavera muy seca. Los que tenemos jardines pasamos la mayor parte de ésta esperando una y otra vez que por fin lloviera, más allá de las pocas gotitas que caían y apenas tocaban a la sedienta tierra. Al comenzar el verano nos dimos cuenta, con alarma, de que se esfumaba la esperanza de esa agua esperada. Ahora, para completar el panorama, estamos en medio de un verano de altas temperaturas…
Vivir el día a día pendiente de una eventual lluvia o de un pozo de agua es algo que hoy la mayoría de la población (ya mundialmente tan urbanizada) no conoce, y todavía menos son los que directamente dependen de éstas aguas para su sustento. Sin embargo, dependemos hoy tanto del agua como cuando sabíamos de esta dependencia. Para una mayoría que vive en las ciudades, el agua llega y se va por tuberías. Como sociedades estamos desconectados de su fragilidad, no llegamos a percibir el daño de ensuciarla. Y menospreciamos al que le toca sufrir el pozo seco o el río envenenado: ese y esa campesino/a local o perteneciente a los pueblos del sur global, obligado/a a migrar por el caos climático y otros desmanes, causados muy lejos de donde están. Los mismos principales proveedores de Can Pujades, La Rural, están ahora mismo sufriendo las consecuencias de la sequía.
Ya los grandes medios nos dicen que los efectos de ese caos climático están aquí. Por estos días en Collserola se han suspendido todos los eventos programados y se recomendó no acceder al parque, el peligro de incendio es demasiado alto. Ya habremos oído seguramente que la desertificación avanza hacia la Península Ibérica. Leo también que la escasez de agua puede ser uno de los efectos del cambio climático más graves para Cataluña (el Tercer Informe sobre Cambio Climático en Catalunya, del 2016, informa exhaustivamente)… ¡Que tristeza!
Estos datos los leemos una y mil veces, pero poco cambia… Como humanos poco reaccionamos a peligros que no son físicamente inmediatos. El intelecto, la acumulación de datos e información, parece ser volátil, y además hoy se nos distrae muy efectivamente. Necesitamos acompañar lo que sabemos en teoría con todo lo que somos como humanos, necesitamos sentir profundamente la urgencia de hacer algo, volver a un respeto profundo por lo que mantiene nuestra vida.
Asistí hace no mucho a una performance que deja huella: «Terricidio- una sola alma somos», creación de la actriz Chechu García. Allí pude vislumbrar algunas respuestas…

Chechu nos cita en un escenario que bien conocemos en Vallvidrera: la fuente de la Budellera. La performance de danza y cantos, de intimidad con el bosque, la tierra, el agua y hasta con los pájaros, con base en una tradición del pueblo mapuche, logró que este sitio en ese momento adquiriera para mi la majestad de un sitio de devoción (la fuente en sí recuerda a alguna antiquísima pirámide). La reverencia al agua, a la tierra, ese viaje que hicimos con Chechu, nos lleva directamente a sentir, a cantar interiormente, a conmovernos profundamente con el bosque, la tierra, el canto de un pájaro que le respondía a Chechu.
Allí nos conmovimos, viendo brotar el agua desde el maravilloso escenario de la fuente, hacer su largo y majestuoso camino bajando por las escalinatas. Allí aún se puede beber directamente como va brotando de la tierra –que increible privilegio que muchos hoy no conocen– . No pudimos hacer otra cosa que sentir respeto por nuestra fuente de vida.
Tal vez el «sentipensar» (concepto de O. Fals Borda) puede llevarnos a hacer lo posible por cuidar nuestras fuentes, a todos los niveles, por recordar que los humanos somos más de lo que nos hemos acostumbrado a pensar. Somos parte de la tierra o «una sola alma somos».
Por Gisela Ruiseco Galvis/ Can Pujades
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Un Video de la performance de Chechu García.
Las próximas fechas programadas son: Julio 29, 30 y 31. Agosto 1 y del 26, 27, 28 y 29. Inscripción e información: terricidio@gmail.com